SIN LEON NO HUBIERA ESPAÑA

Y hablando estábamos de la revolución de los jazmines, cuando entró en el Mediodía un norteafricano con una sarta de relojes y un trío de pájaros tropicales piando el ¡Himno de León! “A quince euros por pieza, amigo, muy económicos.” Y les hicimos un sitio, cómo no, el leonés de raza a un norteafricano le acoge y comprende mejor que a un gallego de Lalín. “Este es un cardenalito de Venesuela, y es el que mejor canta. Este es un canario rojo...” Hablaba español como si lo hubieran criado en Villaquilambre. ¿Pero por qué el Himno de León, compañero? Al norteafricano le habían encargado vender esos pájaros como fuera y no le pregunten más. Uno de los nuestros, amante del folklore patrio y admirador impenitente de Ana Guada, qué poderío de mujer, comenzó entonces a canturrear la letra del himno al ritmo que marcaban los pájaros: “Sin León no hubiera España,/ que antes que Castilla leyes,/ concilios, fueros y reyes/ dieron prestigio a León...” Ah, el sabor de un himno a las doce de la mañana en un viejo café de barrio donde todavía se puede hablar de mujeres y revoluciones grandiosas. “Si no me sabe silbar el himno de España, no hay trato”, le propinó farruco el dueño del Mediodía. Pero ni el cardenalito de Venesuela ni el canario ni el diamante de Gould sabían el himno de España, tan sólo el himno de León, “...Con su sangre a torrentes vertida/ dio a la Patria preciado blasón/ y en sus labios cobró vida/ el hermoso lenguaje español./ ¡Viva León!...” Y su capital. León era una ciudad “vetusta y gloriosa” en tiempos de Azorín, cuando por estas callejas del demonio se respiraba todavía “el espíritu de la antigua España.” Pero el norteafricano a lo suyo, y que por cuarenta los tres pájaros, y estos piando una y otra vez “Sin León no hubiera España...” Así que por el tema de España acabó todo el mundo derivando. ¡Está buena España, sí! Dicen que van a regenerar España, que es urgente la renovación, la regeneración moral de España, la reconquista católica y apostólica de España... ¡Cualquiera diría que van a hacer una revolución! Me acordé de Ortega y Gasset y su interrogación quijotesca “¡Dios mío! ¿Qué es España?”

De manera que el ambiente se fue calentando más de la cuenta, y hasta el canario rojo debió de notarlo, porque dejó de piar. Mejor que hablemos de revoluciones, compañero. Las revoluciones ahora se hacen en nombre de una flor, o no se hacen: la revolución de los claveles en Portugal, la de las rosas en Georgia, la revolución de los girasoles en Colombia, la de los jazmines en Túnez... Un clavel, un fusil en un jazmín, una revolución: tan inmanentes, tan bellos como el origen exacto de un río. “No hay flor ya en España con que hacer revolución.”

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