BALADA DE CONTRAOTOÑO


   Esta manía de revolver cada mañana los posos de la conciencia... y la desilusión de que apenas comprendemos la barriada, la ciudad, el país.


   Y en una de esas callejuelas que van a dar al Sil me encuentro con un bala perdida, uno de esos tarambanas sin oficio ni beneficio... ¿Qué hace al mediodía junto al río? Ninguno de los dos llevamos prisa. Y tropezamos con pedazos de pancartas derrotadas, restos de amores burocráticos, trocitos de instrumentos musicales que aplaudieron ciegamente a los ciclistas.

— ¿Así que van a establecer y exigirnos un impuesto mensual sobre los sueños?


    Ya no soñamos como antes. Pero él sí se siente vigilado por las noches. Y hace más de veinticinco años que busca el equilibrio emocional. ¿Cuál es la ideología política del pan que seguirá reivindicando?

— ¡Qué otoño de melancolías ni qué hostias! ¡No hay que tener miedo de lo que va a venir!

   No quiero pensar qué será después de noviembre Cataluña, pero yo continuaré leyendo a Josep Pla en catalán. La maravilla de Les hores, su exaltación de la vendimia y de las setas y de los últimos grillos... ¡en lengua catalana!


     Cada vez más sucio este patio de luces donde oímos más palabras que se arrastran, más rabias que abandonan su juventud en la estación de lejanías. Oh, felices aquellos que creen que con cuatro poemas bien escritos en estos tiempos de penuria ya han contribuido a la fermentación de la justicia social.

— ¿En qué patria han comenzado a arrojar diputados y senadores a los contenedores de basura?


   Necesita nuestra memoria reordenar sus anémicos paisajes otoñales. ¿Cómo se hicieron las transiciones desde el infierno de aquella dictadura al paraíso artificial de las democracias occidentales?

—Me parece que ni tú ni yo estamos ya para celebrar el día europeo contra la depresión.

    Pero podríamos recomenzar y rebelarnos de una puta vez contra el crepúsculo de las ideologías, mi tarambana. ¿Qué hacemos tú y yo solos a este lado del río? Ya está bien de soledades y perdidos y sonámbulos...

—A Mafalda le pasaba lo mismo. Por cada sueño libertario que le cortaban lanzaba un zapato contra las estrellas.


    Ya no soñamos como antes, es cierto. ¿Y si pasado mañana nos exigieran un impuesto sobre las utopías que en la noche nos forjamos...? ¿A qué andamos, pues, viviendo?

    Y por ahí seguimos, el bala perdida y yo, reinventando la ilusión de la barriada, la ciudad, el país...



No hay comentarios:

Publicar un comentario