No, no
vamos a renegar de nuestro país. Aquí hemos de seguir combatiendo, aquí está
nuestro otoño más frenético, esta naturaleza enardecida por la lluvia...
Escribo hoy con una mano y con la otra me llevo a la boca un membrillo, y siento
entonces cómo pasa y se derrite todo su delicioso volumen garganta abajo como
una fruta santificada... Os gustan los membrillos, ¿verdad?
Tiritamos
en las noches arrompidas por los trenes obsolescentes, esas noches más putas
que vamos padeciendo mientras mis amigos siguen mirando demasiado la
televisión, y yo les reprocho que contribuyan de ese modo al grave
enfermamiento de la ciudad, del país.
—Yo soy el paria más pobre del barrio que tiene un solo par
de zapatos y muchas penas.
Hay que
coger el toro por los cuentos. Y acornear con un lenguaje más veloz y más voraz
los hospitales políticos del país. ¿Malvivimos en una democracia enferma? ¿Y de
qué virus están infectadas estas españas que antaño bebíamos con delectación?
—Yo soy una trabajadora sanitaria del Bierzo que se pregunta
quiénes y para qué cojones nos trajeron los ébolas de África.
Cada vez se
piensa menos, esa es la enorme pobreza del alma burra hispana, cada vez hay
menos pensamiento social, las ideologías se han estancado en las cloacas. Así
que deberíamos beber más vino, estar más ebrios, y actuar con más entusiasmo.
Lo expresaba muy bien el casicheco Béla Hamvas en su Filosofía del vino: “Del
entusiasmo procede el verdadero pensamiento. El vino nos enseña que la ebriedad
no es otra cosa que la forma superior de sobriedad, la vida iluminada”.
—Yo soy un gitano del Sil que viene restañando cazuelas
desde los años ochenta, y así voy tirando con este hígado hecho polvo.
A este lado
de la lluvia vuelan los gorriones sin temor de que los fusilen. No deberíais
entonces renegar de la ciudad que dio sentido a vuestra infancia, de estas
calles con los trapos en cruz. Al otro lado uno se cansa de ver y escuchar
tanto fango y tanta herrumbre y esas jaurías que nos amenazan con un infierno
en sus dientes.
A este lado
de la lluvia todavía al despertar tenemos ganas de ponernos los ojos y
contemplar las maravillas de la otoñación. ¿Habéis aspirado los aromas de esos
membrillos que sostienen el sur? Al otro lado les estrangulan a los telesúbditos
las vergüenzas patrias, les enfangan con pedofilias, tarjetas opacas putrefactas
y otros abusos económico-sexuales...
A este lado
de la lluvia se alegran los castaños de Indias de vernos caminar... Y han
abierto un café en mi barrio que es fotografía/poesía/cine/música... En el café
Termita hemos de vernos con un fardo de poemas como pieles sublevadas. ¡Que
vengan atardeceres más sucios y noches más putas! ¡Ahí estaremos, Antonio, con
el alma puesta al sol de los membrillos!
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