Me he
perdido estos días por la bahía... un placer respirar al anochecer los aires
báquicos de octubre... ¡Pero esta lluvia muda que trastorna aún más el
pensamiento! Y con su inquietante cadencia, los miedos, los miedos últimos... ¡Los
miedos que nos estamos fabricando permanentemente! Y de vez en cuando, tal vez
de lustro en lustro, saltarán/soltarán unos ébolas por el país... ¿Cuántos
miedos padecemos a diario? ¿Y cuántos ébolas al cabo de los años?
Miedo a perder
la razón pura y arrojarnos por la borda. Miedo a perder el trabajo y del
teléfono que suena en el vacío de la noche. Miedo a salir de casa y no
volver... Kafka habría dicho: “Mi miedo es cada vez mayor porque significa un
retroceso ante el mundo.” Miedo a nombrar las cosas más profundas por sus
nombres. ¡El virus del miedo, del pánico! El miedo que no nos lleva a ninguna
parte. Ese miedo a los perros y pájaros que podrían contagiarnos... ¿de qué?
Miedo a respondernos adónde irá nuestra máscara vencida. Miedo de que no
encontremos nunca nuestras banderas ideológicas y existenciales. Miedo de que
se nos prive de la luz de la Utopía. El
miedo de los niños a encontrar larvas de gorgojo en la sopa de fideos del
colegio. Nadie es ni será nunca dueño de sus miedos. Y tu miedo más grande, que
no defino aquí, tiene también su dimensión poética, y es terrible su lenguaje
lírico, lleno de hipérboles y lutos...
El miedo de
los ancianos a la depredación de los tarjetistas negros. Y ese miedo de los
adolescentes a Rajoy y a Pedro Sánchez y a Podemos y al Papa y a los concejales
de su pueblo y a la madre que los parió a todos... El miedo de tus senos al
verbo “degradar”, o ese miedo de que un día nuestro sexo reviente y se vaya
toda su literatura a la puta mierda. Y el miedo de los impúberes a ser violados
entre crisantemos por las gárgolas del Apocalipsis. ¿O tenéis miedo de salir a
la calle y golpear a los tramposos estafadores petardistas y acabar en la cárcel?
La cárcel es densa, diría Mahmud Darwix, no hay quien pase en ella una noche y
no la pase dándose masajes en los músculos de la libertad.
¡Esta
lógica del miedo que no cesa de agredirnos! Ese miedo de la cuerda entre los enfermos
mentales, y de los gusanos en las sábanas heladas. Miedo de tus ojos/bahía
a las nubes de este cielo mezquino y provincial. Pero ella tiene miedo de
acudir mañana al trabajo y quedar ebolizada. ¿Y quién ha hablado del miedo del
alcohol y de la soledad del Noroeste Atlántico? Y el miedo de las cinco de la
mañana de que se rompa el alba y se derramen podredumbres. ¿Y cómo sacar las
manos del miedo? ¿Diciéndose a uno mismo que tiene miedo? No sé, pero podéis
seguir vosotros describiendo más miedos últimos...
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