Mis queridos estorninos:
Ha llegado el momento de escribiros esta carta, un poco absurda y verosímil, garabateada a medianoche y como quien dice a vuela pluma. He estado sentado muchas horas, en uno de esos bancos enmohecidos del parque, escuchando vuestros gritos estridentes antes de acostaros. Y os he escuchado como si hubierais estado caligrafiando en la pizarra del cielo una retahíla de pensamientos incendiarios acerca de esos líderes de la política nacional y autonómica... Si no os he malinterpretado, en guirigay estorninesco manifestabais que el señor Rubalcaba es un enorme rabo de buey salteado con espárragos de Aranjuez, que el señor Rajoy es una esbelta lubina a la sal con tinta de calamares atlánticos, y que el señor Herrera es un perfecto lechazo al horno con patatas de la vega del Cea. Y que las tres piezas iban a trastornarnos el gusto y la imaginación hasta después del veranillo de san Martín.
No es fácil ponerse a la altura de vuestros mensajes turbadores y un tanto tenebrosos. Pero vuestra misión universal ahí arriba es perturbar la calma estéril de nuestras emputecidas conciencias. Y por eso os aprecio y os agradezco esos aturdidores y delirantes vuelos del atardecer con los que acongojáis a la mayoría de la población, que a esas horas anda por ahí como en las nubes. Voláis como si padecieseis epilepsia ornitológica, y sin embargo son admirables las geometrías vertiginosas que tramáis, esas geografías violentas que trazáis en las praderas celestes cuando se acerca la noche.
¡Oh, estorninos amantes de la música otoñal! No sabía yo que Mozart tuvo un pariente vuestro como mascota durante tres años, al que enseñó a cantar la melodía inicial del tercer movimiento de su Concierto para piano en sol mayor, y que mientras lo enterraba en el patio trasero de su casa le fue componiendo un soberbio poema que ya no se encuentra hoy en ninguna historia de la literatura.
¡Oh, estorninos amantes de la música otoñal! No sabía yo que Mozart tuvo un pariente vuestro como mascota durante tres años, al que enseñó a cantar la melodía inicial del tercer movimiento de su Concierto para piano en sol mayor, y que mientras lo enterraba en el patio trasero de su casa le fue componiendo un soberbio poema que ya no se encuentra hoy en ninguna historia de la literatura.
Si sois la algarabía de fin de tarde, si prohibís el paso a las melancolías, si voláis siempre al borde del suicidio, si con vuestro arrebato lírico taladráis el corazón de los hombres aletargados por la crisis, si construís el diario-poema laberíntico que denuncia las cosas terribles por venir...
...no entiendo muy bien por qué estáis catalogados como una de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo. Sois denigrados aquí abajo por los excrementos que dejáis caer sobre las plazuelas y las fuentes y algunas cabezas pensantes: sois culpables de convertir en foco de inmundicia lo más apacible y hermoso que posee una ciudad. En el fondo sois unos pobres pájaros provincianos que reproducís con verdadero celo la mierda política que a diario olfateamos y palpamos en este puto suelo...
Hasta otro día, queridos estorninos.
P.D.- Recuerdos a Mozart.
P.D.- Recuerdos a Mozart.
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