PENÚLTIMAS ROSAS

             Estaba confrontando la carátula del ‘Álbum Blanco’ de los Beatles con la imagen de ese toro desangrándose en Tordesillas, cuando oí la sentencia: “Europa ha muerto”.



            ¿A qué Europa se estaban refiriendo? ¿A la Europa de las catedrales y del Pop Art, o a la Europa de los mercados y los bancos corrompidos? Hay jóvenes muy cafres cuya única pasión estival es ver cómo se desangra un toro y jadea hasta morir. ¡Esta puta crisis! ¿Qué os propone vuestro psiquiatra para combatir las neurosis de la crisis? ¿Y dónde habremos de cavar para enterrar con dignidad las penúltimas rosas del verano? Ahora que el sol está crucificándose en el ecuador celeste, el sol a punto de iniciar su descenso a los infiernos cósmicos.


       Se asoma uno por el ventanal de la utopía y sólo ve árboles con el fruto muy maduro. ¿Significa eso que la productividad del viejo continente ha traspasado ya los umbrales de la decadencia? Alivia entonces saber que la cosecha de uva será óptima, que la calidad de los vinos será excelente en toda la provincia de León. ¿Tiene todavía sentido celebrar hoy el Día Internacional de la Democracia y el Día Europeo de la Salud Prostática? Europa montada por banqueros y políticos con la próstata jodida, Europa arrastrando la dolorosa quimera de una democracia en ruinas...  

          ¿Qué os ha prescrito entonces el psiquiatra contra la degradación de la inteligencia que están causándonos esos especuladores de monedas de mierda? ¿O es que sólo padecéis la normal enfermedad de la migraña? Dichosos, pues, deberíais sentiros.

        Hay quienes han decidido emborracharse de vino o de desolación y pasarse las noches durmiendo en los zarzales de los parques. Mi psiquiatra, que llegó a militar en aquel Partido Comunista de España y está releyendo la Biblia y ‘El Capital’ de Karl Marx, me ha aconsejado que por las tardes escuche música reggae, y que por las noches me olvide de las novelas negras y esas biografías del diablo y trate de serenarme leyendo poemas de Antonio Gamoneda y Antonio Pereira, “poetas de esta tierra que superaron crisis muy gordas y alumbran todavía como los santos. Y si no, prueba con el Nuevo Testamento”, me ha dicho.


          De manera que no acudiremos a las fiestas del Santo Cristo de la Esperanza, pero sí a esa otra fiesta civil que se está montando en los subterráneos de la Europa de las catedrales y la música salvaje de sus multitudes, esa Europa popular, alborozada y en rebeldía siempre contra los gerifaltes que provocan las muertes económicas, esa Europa de las vanguardias y del arte en la calle que todavía no ha olvidado el nombre de algunas aves, el color de algunas banderas, el lenguaje mineral y revolucionario de sus ríos inmensos, y que sabe bien dónde enterrar con dignidad las penúltimas rosas del verano.





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