Está rara
la ciudad, este sol templario del Noroeste y la señora Noelia solicitando
golondrinas por las escuálidas calles del sur, está raro el municipio y las
gaviotas sobrevuelan peligrosamente a escasa altura las techumbres del
Ayuntamiento y el señor alcalde se pasea por ahí feliz y ufano más que nunca,
como un profeta de bulevar, ‘contranunciando’ que en las próximas elecciones
municipales volverá a presentarse, con dos cojones, el señor alcalde sonriendo
como un poeta/arquitecto que duda siempre de sí mismo y del abismo de la noche
y las puñaladas por la espalda...
Está muy rara
la ciudad, esos súbitos estruendos de la comedia municipal electoral que
espantan a los más escépticos en materia política, estas límpidas mañanas
republicanas de abril, el estallido de los cerezos al otro lado del Sil... Y el
alcalde mirando de soslayo al vecindario como un probo socialista de bolsillo,
un político con alma de pan de pueblo que no va ni de narciso ni de bromista ni
de alquimista charlatán, de modo que sería más fácil escribir la biografía de
una amapola del parque del Plantío que de la pedálica vida y milagros
municipales del señor Folgueral...
Está rara
la ciudad, esos grafiteros dibujando sus poemas precaóticos en botellas de ron
adulterado, la taberna del Anarquista sin parroquianos a las ocho de la tarde, y
el alcalde contraindicando una vez más sin rubores su sanísima ideología
independentista, de ‘persona libre’ iluminada, sincera y libre como un versículo bíblico,
don Samuel, interlocutor de buen carácter al que nunca se le ha oído pronunciar
en público esa solemnísima pijada española de “tolerancia cero”, orador
centrífugo con aromas de barrio pequeño-burgués ante el que ningún ciudadano se
habrá sentido nunca como un paramecio existencial...
Está muy
rara la ciudad, esos gitanos de chatarra y traperío denunciando con un partido
de fútbol su destierro de siglos chabolistas, esos peregrinos coreanos amándose
sin vergüenza por las callejuelas del casco antiguo, esos pensionistas perdidos
sin collar ladrando sus amnesias ideológicas por la bahía del Pajariel, y don
Eugenio y sus secuaces irredentos pregonando por las tabernas del barrio que
pronto también aquí habremos de ver claveles en cañones de fusil, como en la
revolución de Portugal. Y el alcalde de la ciudad... pues eso, feliz como un cándido y fugitivo
clavel de Portugal.
(Instalaciones de Mark Dion)
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