PECES DE COLORES


    Hay que cruzar las vías del tren y desde el otro lado pensar tu barrio, tu ciudad, el mundo. ¿Quién ha dicho que están los barrios del sur y del oeste hambrientos de belleza?

     Está la ciudad en fiestas y ayer me perdí una vez más por el callejón de Tras la Cava, el tiempo se derrama ahí como si no existieran las catástrofes ideológicas. Apenas restos de aquellos grafitis con que los ácratas de antaño taladraban la piel de sus muros y portones. “Peces de colores en París”. Desde esta travesía en cumbre qué inmensa mi ciudad sin sueño, con su perfil de puente medieval y sus penumbras ardiendo contra todas las rosas del Poniente...


     ¿Será cierto que va descendiendo el número de nuestros conciudadanos en paro? Se van cayendo las hojas de las calles, casi nadie encuentra ya consuelo en las estadísticas económicas. ¿También vosotros miráis con altísima desconfianza el país que viene y que en otro tiempo jurabais defender?

      Sentimos un poco de pena al despedirnos de sus piedras y sus muertos, pero nos fuimos deslizando con el estimulante pensamiento de que todavía queda ahí, en esa callejuela, todavía un resto de belleza entre la mierda y el señuelo de la nada, unas cenizas de belleza aún en Tras la Cava...

   Y hasta estas tabernas a orillas del Sil llegan las crepitaciones de las vides allá en las colinas. Ya están ellos vendimiando, apenas cantan, y podríais preguntarles a cómo se pagan sus sudores, y escuchar sus palabras cansadas como perros bajo el sol que salta hacia el ocaso.


   ¿Os suena bien el presente de indicativo del verbo prevaricar? Se utiliza mucho últimamente en los periódicos... Tú prevaricas en los cafés del anochecer, esa mujer de treinta y tantos años prevarica en la calle del Reloj, vosotros nunca prevaricáis a cielo abierto, ellos prevarican cuando les sale de los cojones... Prevaricar, qué verbo tan soberbio. Yo también prevarico, desvarío a veces... para no caer en la tentación de dejarme arrastrar por el lenguaje y el pensamiento administrativos con que nos arredilan.


      Así que palpo mi barrio y ella, la frutera, en cuclillas me dice que al otro lado de las vías del tren han brotado unos huesos que son como preludios otoñales. ¿Siniestros o faustos? Y me responde que a ver si con el Mundial de Ciclismo vende más barras de pan y más tomates y más naranjas... ¿Quién ha escrito que están las calles del sur y del oeste hambrientas de belleza? El Ciclismo fue y sigue siendo Futurismo. Y el Futurismo hasta ahora, le digo a mi frutera, ha venido siempre cargado de fantásticos peces de colores.




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