¡Aquí va a
estallar el otoño entre timbres, barras y radios de bicicleta! ¡Pónganse desde
ahora mismo en estado de furor todas las calles, plazas y puentes de Ponferrada,
que el Campeonato Mundial de Ciclismo en Ruta nos volverá a todos un poco más
locos, un poquito menos pobres!
¿Menos
pobres? ¿A quiénes menos pobres? Huele a tinto de la tierra en la cantina del
Comunista, ahí ayer nos preguntábamos si tras la celebración de este campeonato
tan universal aumentaría la melancolía de esta ciudad, y qué haremos luego con la
maldita hojarasca y los huesos de la misericordia...
En realidad
en la cantina del Comunista no hacemos otra cosa que reflexionar bebiendo tinto
del Bierzo y preguntarnos y preguntarnos... ¿Quién hace uso todavía de las
viejas cabinas telefónicas? ¿Por qué sigue vivo en algunas conciencias el deseo
comunista? ¿Se está precipitando mi ciudad hacia el vértigo de los vastos
silencios industriales? ¿Qué deberíamos hacer el día mundial para la prevención
del suicidio?
En la
cantina del Comunista sentimos una tremenda fascinación por las causas perdidas.
Se ‘pierde’ nuestra imaginación por las primaveras árabes, los movimientos 15M,
los disturbios urbanos... Aquel entusiasmo, aquel ímpetu, ¿adónde se
escondieron? ¿Y será cierto, mi admirado Walter Benjamin, que los poetas de las
izquierdas actuales han reconvertido la lucha contra la pobreza y otros ideales
revolucionarios en preciosos objetos de consumo? Es posible que también ellos, melancólicos
de izquierdas, se hayan entregado a la complacencia y el fatalismo y que hayan
renunciado entonces al deseo comunista... No obstante, la insatisfacción y la
rabia continúan creciendo, y se desencadenarán nuevas revueltas sociales. Así
que habrá que reflexionar una vez más sobre la idea comunista, ese caballo
rojo que no cesa de trotar contra las tormentas...
De las
paredes cuelgan fotografías de calles que ya no existen y manifestaciones
obreras, y un póster de Karl Marx y otro de Che Guevara. Fue el dueño de esta
cantina estudiante universitario y le hubiera gustado ser maquinista del Ave. Y
jura por sus muertos que se ha leído todos los cuentos de Antonio Pereira, y
más de tres veces La República no era tan mala y La Orbea del coadjutor: “En mi
ciudad había chicas guapas, las había en mi propio barrio, pero yo enloquecí
por una de Cacabelos...” ¡La puta bicicleta...!
Sí, todos sentimos ahí una atracción morbosa por las causas perdidas. ¿Será por
eso que cada día acuden más parroquianos? Los melancólicos del deseo
comunista, eso seremos... y siempre regresamos al sueño a la hora de la
desobediencia. A la cantina del Comunista seguro que se asomará el otoño entre
ramas de acordeón.
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