CUENTOS DEL GRIAL


      Esa dicen que será, incrédulos del Noroeste Atlántico, la verídica historia del Santo Grial, el maravilloso tesoro del Reino Undido de León, que desde los remotos tiempos del rey don Fernando I resplandeció oculto durante mil años en el Panteón Real de la Basílica de San Isidoro y al parecer ha sido rescatado científicamente de las tinieblas de la historia en la tétrica Cuaresma actual, y cuyas irradiaciones místicas habrán de venir a contemplar no sólo el Sumo Pontífice y los presidentes de los países más sobrenaturales del orbe sino también los intrépidos caballeros artúricos y los parias más atribulados de la tierra.


     Ahora que la capital de nuestra vapuleada República de Almendros había encontrado un cierto alivio a sus padecimientos económicos en la fiesta de la Noche Templaria, revelando al mundo entero bajo la primera luna llena del verano el Arca de la Alianza y el Santo Grial, sí, amigos míos, el Arca bíblica y el mágico y auténtico Copón de la hostia consagrada, ambos bien seguros y fantásticamente custodiados hasta ayer mismo en los subterráneos del castillo del Temple; ahora que los hosteleros de Ponferrada y Villafranca del Sueño, los caballistas de Camponaraya, los gaiteiros del Cúa, los neotemplarios de Cornatel, las mulatas de la bahía del Pajariel y los trovadores del Sil se estaban restableciendo de sus modorras culturales... ¡¡¡Ahora nos vienen con esa última y rocambolesca leyenda del Santo Grial en León a jodernos el Invento!!!


    Pues si hay que contar su verdadera y literaria historia, fue el francés don Chrétien de Troyes el primer poeta a quien le dio la ventolera de describir, en su Cuento del grial, un graal o vaso de oro puro que deslumbró y dejó atolondrado al joven caballero Perceval en el castillo del Rey Pescador, ¡¡¡allá por los últimos años del siglo XII!!! Y muy poco después fue al iluminado Robert de Boron a quien le dio la segunda y peor ventolera de convertir aquel extraño vaso o grial en el Santo Grial, al identificarlo con la copa en que bebiera el mismísimo Jesucristo el vino de la Última Cena y en la que recogió José de Arimatea la sangre del Mesías antes de emigrar con el botín a la dulce Bretaña. ¡¡¡Así que habían transcurrido ya más de cien años!!! ¡¡¡La Invención del Santo Grial se produjo ciento y pico años después de que el rey don Fernando I de León y su hija doña Urraca poseyeran el privilegio de adquirir y embellecer una reliquia del fascinante Oriente que podría haber sido, ingenuos del reino entero, el cáliz original de la milagrosa transubstanciación, sí, pero un cáliz que ni real ni literariamente en tiempos de la tal Urraca podía ser nombrado ni conocido como “Santo Grial”!!!


    Porque el Grial Santo, incrédulos del Noroeste Artúrico, es un invento literario y siempre lo será. Y cuenta una tradición que, segundos después de que el casto caballero Galaz contemplase en éxtasis los últimos misterios del Grial, surgió una mano de una nube y se lo llevó para siempre al Reino de los Cielos. La otra tradición cuenta que fueron los feroces templeisen o templarios los custodios del Sacro Copón y que lo dejaron bien guardado ahí en el castillo más esotérico del Temple... ¡Sólo faltaba entonces que alguien se inventara ahora otra novela más con que jodernos el Invento!


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