FLORES CONTRA LOS MALES


     Hablar de ella es hablar de sus miedos y de tantos asombros que la perturban. Me la encuentro en un supermercado del barrio, y me cuenta que le van a cerrar el bar donde trabaja, y de sus ojos bellísimos sale de vez en cuando una ardilla que derrama recuerdos del sur... Año y medio lleva limpiando y cocinando en ese bar del barrio de Cuatrovientos. Y amigos tiene que le han aconsejado que dos veces al día se tome también flores de Bach, esas esencias naturales que prescriben ciertos terapeutas para aplacar miedos, soledades, desesperaciones, depresiones...


    Hablar de ella es hablar de todos nosotros y de todo eso que a diario nos golpea y nos trastorna. ¿A qué saben las flores de Bach? Cierra entonces los ojos para poder atrapar la imagen de un pueblecito lleno de otoños, ahí donde fue mujer de minero socialista y juntos combatieron contra el cierre de los pozos y la ideología del patrón. Pero su barco se fue a pique, se rompieron las tardes que desembarcaban en la euforia. Y navegando hacia el desastre le quedaron grabadas para siempre cuatro cicatrices en el paisaje de su claudicación.


      No tiene prisa esta tarde, así que entramos en un café y al levantar su taza veo cómo entre sus dedos le han crecido unas bayas amarillentas. Las suciedades que andará limpiando esta mujer. Brotan de repente las lágrimas de su crepúsculo y caigo en la cuenta de que ella es la mujer mojada hasta los tuétanos por la pobreza nacional por la desvergüenza nacional, podríamos decir. ¡Ella, que combatió por la restauración de nuestros minerales y la purificación de nuestra demacrada ideología otoñal!


      Ya no milita en el partido. No, no va a contarme ahora por qué tuvo que marcharse del partido, fue una batalla muy larga donde acabó quemándose su poética utopía. Cierra otra vez los ojos y respira hondo, a saber qué ralea de diablos rojos la acosan todavía y trata de espantar. Decir que esta mujer es más que un hombre y medio es decir poco.

     Esta mujer que ahora mismo riéndose se parece a Maribel Verdú y a todas esas mujeres que tienen que restregar sus huesos contra las paredes del mundo para llegar sin pasar hambre a fin de mes, esta mujer no tiene otro cielo abierto al día que el calor de ese bar de Cuatrovientos. ¿Y cuando se lo cierren? Se le llena la boca de explosivos, adónde irá a parar esta mujer.


    ¿Así que con flores de Bach se mitigará tu postración? La acompaño hasta la parada del autobús y va describiéndome una imagen que la asalta de vez en cuando, ella tirándose desde el séptimo piso y ahí en la acera encharcada le taparían el cuerpo, y la piel de su cara brillándole azul...



No hay comentarios:

Publicar un comentario