El alzhéimer no se olvidará de nadie. ¿Lo aceptarías tú para escapar dignamente de este absurdo mundo?
-¡Y cómo se le van rompiendo los huesitos de la memoria!
Quince años
viviendo aquí con este hombre, escuchándole sus fantasías, sus inventos y
mixtificaciones. Quince años ya, desde que se vino con él de Venezuela, de las
miserias de aquel barrio mestizo de Caracas donde estalló su ingenuidad. Y pasó
que durante el penúltimo otoño ella comenzó a notarle el desorden, los vacíos,
sus trastornos del pensar. Y este dolor nuevo que a veces es espanto que le corroe,
pero se lo calla.
Su próximo otoño se convertirá en una caligrafía de vegetales
desahuciados.
Es posible que el alzhéimer sea hoy la enfermedad más bella
que uno puede finalmente padecer. En medio de tantos hombres corrompidos y tantos
signos equívocos e inútiles, la pérdida progresiva de la memoria debe de ser el
más dulce alivio para un corazón trastornado en fase terminal.
Lo que se le
ha ido cayendo a este hombre: la semántica de casi todas estas plantas de
jardín, algunos nombres de ciudades y de amigos de tiempos tan lejanos, las alas
donde escribía el mar de sus navegaciones y regresos nocturnos... Lo que se le
va cayendo a este hombre, lentamente. Y sin embargo camina como si cada día le
dolieran menos esas ausencias.
Será que unos le deben más que otros al olvido.
Pero ella se niega a ingresarlo en una residencia. Atado a
su pasión desea tenerlo hasta el final en su casita del barrio de la estación.
No va a dejarlo con su pensamiento pobreando por ahí. Porque si lo abandonase
solo una noche, este hombre no descartaría jugarse la carta del suicidio.
Su próximo otoño se convertirá en una cartografía de pájaros
disecados.
¿No es pasado
mañana cuando se celebra el Día Mundial del Alzhéimer? ¿Y no hay
asociaciones que van a recibir una miseria de nuestras instituciones para
continuar luchando contra los estragos del alzhéimer? Más de dos mil quinientas
mariposas volarán el sábado por la ciudad de León para recordarnos que el mal del
olvido invadirá a todos, también a ellos les invadirá.
Recordad
pues el día en que las naves de Ulises y sus hombres fueron desviadas por el
viento hacia la isla de los comedores de loto, y entonces se olvidaron de su
patria y de sí mismos. Recordad también los años de ardiente soledad en que los
aventureros insomnes de Macondo sufrieron las primeras manifestaciones del
olvido...
Se nos van
rompiendo los huesitos de la memoria, sí. Y yo me siento ahora como si hubiera
escrito estas palabras desde el otro lado, desde el territorio del olvido.
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