-No sabemos lo que pasó mañana en el Ayuntamiento.
-A lo
mejor mañana no pasó nada ahí.
Así son las oraciones del habla de la gente de mi
barrio desde hace dos semanas. Está en ascuas, el barrio, pero no a la luna que
más calienta. Está confuso de lo que va a pasar.
Se asoma al
ventanal del café la camarera con sus nubes, como un horizonte ilegal, y se
queda un buen rato contemplándola, pensándola tal vez a Ponferrada, “un enigma
con espinas”. Se oyen ruidos muy extraños al otro lado del puente... Vienen de
una torre del castillo que parece en llamas. ¿Qué está ocurriendo ahí? Sobre la
luz en vilo del anochecer sobrenadan las últimas angustias del invierno. Todo
en esta ciudad es una hoguera de paisaje con elementos enigmáticos.
Pasa la
risueña tendera sudamericana con sus flores, como un sentimiento ilegal, y nos
regala entonces los primeros compases de la llovizna infeliz. “No sabemos lo
que pasó mañana ahí, en el Ayuntamiento”. Se fundirá el misterio, miamor. Y a
saber si de tu polígono sexual no saldrán pájaros de primavera jodidos de un
ala, quién sabe mañana lo que pasó ahí. Ah, esta ciudad excéntrica, como sin
márgenes para los nidos y las rosas. ¿Por qué tan misteriosa siempre? ¿Por qué
tan turbia?
Y el
deterioro de mi barrio, defendiéndose al fin como gato panza arriba. En estado
de alerta, nuestro barrio, miamor. Y después de ayer/mañana tendrá que partirse
la crisma por la desinfección ideológica, política, espiritual. Pasa la
peluquera con sus frutas prohibidas, como un crepúsculo ilegal, y se lleva la
inocencia perdida de las lágrimas. ¿Qué estuvo pasando aquí mañana? Inquieren
esas cosas por el barrio para saber cómo le va, le irá, le fue... ¿a quién? Averigüen
qué habrá detrás de todo ese negrísimo sacramento municipal.
Están los
barrios, la ciudad entera, están como envueltos en esparadrapos de espionaje
turbulento. Se anda por las plazas y las calles con la desmemoria en las manos,
nos miramos unos a otros con ojos de aurora boreal. Sobre las aceras de uno y
otro bando sobrevive la enfermedad de la ceniza. Ponferrada se dilata, como una
infraestructura ilegal, y entonces mide lo que mide un río turbio entre tres
puentes.
Pasa un
anciano con paraguas, como un negocio ilegal. Ponferrada es una varilla que se nos
ha clavado en la conciencia. “Y será posible que algo le pasó mañana.” Así
habla mi barrio, y nadie le va a enseñar ahora a ser perro.
Lo que pasó mañana... pasará? (sucesión de los hechos tejidos entre murmullos vecinales)
ResponderEliminarLo que pasó mañana... pasará. (sentencia la anciana augurando venturas futuras de ayer)