De tarde en
tarde bajo a ver el castillo del Temple desde las vías del tren, y atravieso
entonces ese pasaje del barrio de la Estación acribillado de grafitis (no hace mucho
tiempo hubo ahí un cruce de navajas y crepitación de sangre). Y paso mirándolos
despacio. Y cuando no descubro un racimo de cabellos rojos que relinchan,
vislumbro un trenzado de olas estrangulando un pez que es un rostro de mujer que
es una flor... Grafitis de sexo, grafitis de hambre, grafitis de pura violencia,
grafitis de utopía hecha pedazos. Un mundo de amenazantes policromías
ideológicas en el túnel de la ilegalidad.
No niego, señora, que sean unos gamberros incontrolados,
pero vea usted qué composición abstracta en tres colores, qué perfil de pájaro
obsceno de la noche. Y quién habrá sido el desesperado que ha escrito esa
frase: Quítame la vida, Yaika. ¡Qué comienzo de novela negra! Quítame la vida,
como un puñal clavado en pleno corazón de la Ponferrada honrada y elegante.
¿Recordáis aquellos tiempos en que tatuábamos las fachadas con pegatinas izquierdistas
convocando a la huelga general?
Pero el barrio está que arde. Y ellos, los salvajes grafiteros,
se defienden gritando que las esculturas municipales son todas una mierda, y que
además cuestan una millonada. Su imaginación aprendió a escribir a brochazo
limpio, a dibujar en estado de crueldad y desahucio mental. ¡Jóvenes perdidos
que buscan el día siguiente y no lo encuentran! ¡Desahuciados del mundo y de la
gloria que rayan con sus garras los muros de la nada! Borre usted, señora, esas
pintadas como cagadas de perro arrojadas contra el frontón estético y sentimental
de la ciudad. Les pintaría usted los huevos, claro que sí. Pero borre usted esa
oración pornográfica, ese grito escatológico que tanto le molesta... Y de golpe
aparecerán el error descomunal de ese soportal inmundo, el horror arquitectónico
de esa esquina desolada, el vacío cultural y existencial de mi negrísima ciudad.
¡Ay si usted borrase todas las pintadas! ¡Qué cicatrices al descubierto tan
amargas!
La barriada está que arde. Vivo en un país de mierda. Los
anarquistas somos los más guapos. Muerde mi falo subatómico. Cabrona tu cola de
piano, Nunca habrá futuro... Y otros despojos contraculturales, grafitis como
delirantes desafíos, que no voy a transcribir aquí. Ruge el suburbio, se
resiente mi prosa de su aspecto deplorable, ahí donde la agitación y el
estallido social apuntan al suicidio. Borrad todas las heridas, eliminad todos esos
sustantivos paranoicos que disparan. Acabad con esos bárbaros pulidos por el
tedio...
Quítame la vida, Yaika
¡Qué principio de poema negro!
Quítasela, Yaika, quítasela de una puta vez.
Inmenso, como siempre, cuanta verdad y dolor de ver lo que no debería existir.
ResponderEliminar¡DIOS ES NEGRA!
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