Enfermarán
de depresión, seguramente, casi todos los chicos del barrio.
Cae sobre
sus cabezas esta tarde el lenguaje del absurdo como un diablo en llamas. Los
chicos de mi barrio no se callan para escuchar el fragor del mundo en estado de
violencia. Y silban en los portales para distraerse con las cagadas de paloma. Ignoran
que existe un ministerio del Interior y otro de Justicia que podrían
perseguirles y castigarles por depravados indeseables canallas apologistas del
crimen en las redes sociales...
A veces
tiemblan de nihilismo y gritan contra los muros desconchados hasta reventarlos.
Cruza la ciudad un tren anunciándoles el peligro mortal que corren los rebecos
en la cordillera y reaccionan como si les hubiesen carbonizado los oídos. No
creen ni en las amapolas ni en el humor negro. Y no parece que vayan a tener
alguna vez ganas de llorar... Sin embargo muchos de esos chicos podrían
enfermar de depresión antes de que pasen cinco años.
Escuchan las detonaciones que inundan los
puentes de sangre real y entonces se atropellan buscando desesperadamente ojos
y huesos de cadáveres virtuales. Si ven paseando por la calle a una pareja con
un fuego en las manos, rebuznan: los chicos de mi barrio nunca han oído hablar
del “estado de buena esperanza”. Se pasan por el forro de los huevos los
argumentos morales contra la violencia de género, y tanto su país como eso que
llaman Europa les importa un pito. La cartografía de sus sueños será como una ciénaga.
En realidad nos dan pena estos chicos que prematuramente serán arrojados al
hospital de los ciudadanos depresivos.
Y ahora que
estamos en campaña electoral, permitidme que os hable de estos chicos de barrio
que andan a golpes con “esos carteles pintados de cadáveres”, que se escapan de
su casa y acaban tropezando borrachos contra el vacío social... Inquilinos de
la profunda desilusión política, ¿qué futuro se les habrá encendido en su
conciencia? Pero nadie hablará de ellos en los mítines europeístas, nadie se acordará
de esos chicos a quienes la realidad les resulta cada día más absurda, extranjeros
como aquel Meursault que podrían llegar a matar a una chica por nada...
Me lo decía
ayer uno de mi barrio:
—Rompemos sin ganas un contenedor de basura y luego les
echamos la culpa al perro que caga contra la hierba y al camión de los bomberos
que pasó por aquí a toda hostia.
Y sin
embargo enfermarán de depresión, sí, muchos chicos de nuestro barrio serán
prematuros ciudadanos depresivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario