Encuentro a
Morlito en el bar más cutre del barrio, ahí está sentado abriendo y cerrando
sobres de propaganda electoral. Morlito bufa, rezonga, suelta extraños cagamentos.
Le invito a un ron con limón, y se quita entonces su gorra de SuperMario para
declararme en voz muy alta:
—Estas elecciones están patas arriba, colega.
Morlito
tiene un nido de papagayos en la frente, así de grandes, y un corazón que a
veces no le tiembla. Le pregunto a qué partido estaría dispuesto a dar su voto
y me responde:
—Si lo pienso por la noche, se me alborotan los papagayos.
Si lo pienso por el día, me duele el pensamiento.
Y se tapa
con una papeleta doblada el ojo izquierdo, y se queda un momento así, como si
escrutara las alas de una mosca o de una bruma... ¿Qué ves, Morlito? Y luego,
con otra papeleta cuarteada se tapa el ojo derecho, y parece un ladrón de
documentos, y brama al fin como quien descubre en pleno bosque una bandada de
urogallos. ¿Qué has visto, Morlito?
—Cuando miré por el derecho, vi una puta vestida de rosa. Y
cuando miré por el izquierdo, un billete tan grande como una braga azul.
¡Joder,
Morlito, cómo has salido esta primavera del centro de salud mental!
También yo
tengo el corazón muy ácrata estos días, Morlito. No, no debería morirse la
fantasía europeísta, esa constelación mental y sentimental que descubríamos a
la ventura viajando en autostop... No más lejos que las calles de tu país,
Morlito, están la vía de las Cuatro Fuentes de Roma, la Karl-Marx -Strasse de
Berlín, el boulevard de Clichy de París, la calle Fenice de Venecia... Esas
arterias deberían seguir rugiendo en el mapa de nuestras mitologías
progresistas. ¡No más fronteras, que el Rin sea para todos, viva la federación
continental! Ese era ya el ideal de Víctor Hugo, Morlito...
Nada tan hermoso como
atravesar países que piensan la misma música/poesía. También Mafalda defendería
la ilusión europeísta, Mafalda, que no por casualidad ganó ayer el premio
Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, Mafalda convocando la
asamblea de las mujeres libres de la bella Europa en lucha contra las bestias
que vendrán a raptarla...
Pero él
sigue a lo suyo, repasando las listas de diputados al parlamento europeo. ¿Votarás
entonces, Morlito? Morlito no sabe si está censado en Ponferrada, en realidad
no sabe si está empadronado en algún ayuntamiento. Así que termina su ron con
limón, recoge el enjambre de papeletas y de sobres, lo estruja, lo apelmaza, y
lo convierte en una bola que parece un continente... La huele, y dando saltos
de alegría sale del bar gritando:
—¡Esto es una bomba! ¡Esto es una bomba!
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