Nos pasamos toda la tarde de ayer
en el mirador de su Quinta de los Cerezos, fervor de Ponferrada al oeste de la
bahía del Pajariel, pues el marqués de Carracedelo como un sonámbulo del mar
del tiempo feliz había decidido celebrar el mismo día y por todo lo alto los funerales
del Soberano absoluto del Reino de Macondo y el quinto aniversario de la muerte y ascensión del Bardo del Burbia a la Cábila Celestial...
Y así fue que durante más de
cinco horas, espoleados por los regustos de sus vinhos de Porto y las melodías más populares de la Revolución de los Claveles, estuvimos el marqués y yo releyendo y recordando los
cuentos más bonitos que Gabriel García Márquez y Antonio Pereira habían escrito en este mundo, y quién duda ahora de que en
el Otro Barrio seguirán mano a mano fabulando relatos más hermosos aún al
Poniente de Dios.
¡Los cuentos que les crecieron aquí entre sus
resoles y este temblor de países que quisieron tanto! ¡Escúchense una vez más
sus increíbles historias veniales de amor, sus relatos sin fronteras y sus cuentos
peregrinos y más cuentos de la Cábila y del Noroeste mágico!
–¡La gente común está más necesitada que nunca de sus
fantasías!–, vociferó el marqués de Carracedelo, y su vozarrón de rijoso soltero
empedernido tuvo que oírse al otro lado de la bahía del Pajariel y más allá en
las ciudades más trastornadas y abatidas del mar Caribe.
Y comenzó el marqués por Ojos de perro azul, y ahí
apareció entonces Nabo de bruces sobre la hierba muerta, Nabo, el negro que
hizo esperar a los ángeles... Y surgieron luego los rostros alucinados de
Isabel viendo llover en Macondo y de aquella mujerzuela que llegaba a las seis
al restaurante de José, “te quiero tanto que todas las tardes mataría al hombre
que se va contigo”, qué ardores manaban de las inflexiones del marqués... A la “Casa
de niñas en Acapulco” me tocó saltar a mí, y ponerle su retranca al forastero que
declaraba en su idioma galaico que no había ido a ese burdel para pecar, “o no
para pecar demasiado”... Y quedarnos después estupefactos al contemplar la
espalda de Elisa, la interminable espalda erótica de la prima Elisa, “no te
asustes, Ramón, que en llegando a ese alto se ve hasta América”...
Y entre vinhos de Porto y aromas de claveles portugueses fueron desfilando por el mirador “El
ahogado más hermoso del mundo”, y “Blacamán el bueno, vendedor de milagros”, y
hasta oímos los golpes del corazón de “María dos Prazeres” a punto de reventar
de gozo, y con qué cara de ciruelos asistimos a la disolución místico-sexual de
la pareja de “Palabras, palabras para una rusa”, y la pena que nos dio que se
llevaran esposada a la barbera alemana de Villafranca del Sueño...
Con estos cuentistas nunca se sabe, así que podíamos haber estado relatándonos sus cuentos hasta el amanecer... Pero le llegó la hora de partir al
marqués de Carracedelo, ahí en Lisboa lo esperaba su amante portuguesa, juntos
celebrarán mañana los cuarenta años de la Revolución de los Claveles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario