EL LENGUAJE DE LAS CEREZAS


      Te pasa lo mismo que a muchos de nosotros: te levantas de la cama y la pesadilla sigue golpeándote con puño de antracita. Buscas tu frente en cualquier espejo, tus manos en el lavabo, tu corazón bajo la camiseta, y sientes que el mundo ahí fuera sigue bramando cuerpos obesos, estafas financieras, paraísos fiscales... Pero lo último que escuchas antes de salir a la calle es una noticia que acojona: Unicef alerta de que la pobreza tiene por primera vez rostro de niño. ¿Dos millones y pico de niños pobres en España, más de dos millones de niños mordiendo de la nada en los patios y escombreras de España?

      Y si ahora te dispones a tomar tu café del mediodía y dejas caer tus ojos sobre estas líneas, tal vez te parezca una frivolidad que hablemos un poco sobre las cerezas. 


    ¿O prefieres que hiera tu sensibilidad de ciudadano comprometido hablando de la desolación de los mineros? ¿O prefieres que amplíe el campo de tu evasión revelándote los oropeles de esa gala de la futilidad que se celebrará este fin de semana en la capital del Sil? ¿Y si todo eso --el glamour de los ‘Micrófonos de Oro’ y la angustia del carbón-- tuviera muy pronto su mármol y su día?




      También podríamos leer juntos ese cuento del ministro de Educación... Regresa el ministro a casa después de un día ajetreado en el despacho, se arrellana en el sofá e intenta no pensar en nada. La huelga de estudiantes y de profesores no ha sido nada. La sala se le va oscureciendo y todo lo que le rodea --las paredes, los camaradas del partido, el país al otro lado del ventanal-- se va desvaneciendo, quedando en nada. Y en el éxtasis de su lasitud exclama: “¡Qué bien se está en la nada!”

     Pero las cerezas... Las cerezas, ‘atajo entre el deseo de los ojos y la sensualidad de los labios’, dijo el poeta árabe. Las cerezas estallando al mediodía, esa fruta emocional del fin de nuestra primavera, el fruto agradecido de ese lenguaje pastoral que aún nos une y perpetúa. ¿Qué canción continúan derramando sobre nuestro pobre suelo? Las cerezas, redondas, brillantes, ‘engañosas gotas de sangre’, que imaginó Cunqueiro en su Viaje de las cerezas


    Hay un sentimiento ahí prendido de esos árboles... No tengo palabras para describírtelo, pero te aseguro que no estás solo, aunque estés sentado en tu café y con tu periódico a solas. Recuerda que las cerezas se aparecen en la cesta enredadas unas con otras, y que se degustan con más sabor de dos en dos. A veces tirando de una cereza vienen veinte o ciento. Y te digo lo que decía el juglar de Mondoñedo, que las comía con pan metiendo tres o cuatro a un tiempo en la boca: parece que sólo en compañía la cereza y el hombre se ponen en orden, en vanguardia, en resurrección.



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