CARTA A RAMÓN CARNICER



        Le escribo a las puertas de un año nuevo, don Ramón, de un bisiesto 2012 en que cumplirá usted cien años en los jardines colgantes de la eternidad. En vista del estado de ánimo un poco pesimista en que me encuentro, he recurrido estos días a la medicina de su literatura de viajes. Y me he ido a la Cabrera que caminó en 1962 y que inmortalizó en su polémico libro Donde las Hurdes se llaman Cabrera. Y transitándolo he sentido a cada paso que escribir con sinceridad es el artificio más difícil del mundo. No es lisonja confesarle que admiro cada vez más su prosa sobria, noble, tersa, brillante. Pocos como usted han sabido esculpir el sentimiento de lo sagrado ante el paisaje primordial, someterlo a la desnudez del mundo en nuestro trágico y misterioso idioma español. Lograr decir lo indecible es ser como secretario de Dios, dejó escrito su tocayo Ramón de España. Y lograr ‘decir’ lo ‘indecible’ que era la Cabrera en aquellos tiempos sólo estaba al alcance de quien se sentía verdaderamente comprometido con el hombre.

           
     La Cabrera tenía entonces la tristeza de las colinas quemadas, el astillado silencio de los guerrilleros vencidos. Cada paisaje contiene múltiples revelaciones, y a usted, durante ocho días de aquel verano oxidado por el franquismo, la comarca de la Cabrera le reveló la médula de un alma ortigada del Noroeste, las cicatrices de una mísera geografía abandonada de la mano de Dios, de ‘espontánea y agreste’ belleza natural, en la que sólo a los niños se oía entonar una canción. 


           Discúlpeme si no acierto a traducir la altura de su ética y estética rebeldes. Detectores de los herrumbrosos metales humanos quisiéramos nosotros también llegar a ser, don Ramón. Recuerdo el día en que tuve la osadía de hablarle y preguntarle por las novelas de Josep Pla, y su rotunda respuesta: “Disfrútelas en lengua catalana”. Y así he procurado hacerlo. Empaparnos del idioma de cada tierra para lograr extraer sus diamantes. Hermosa lección me dio en esas cuatro palabras.


            Cincuenta años después, es llama viva que nos guía la poética de su viaje iniciático. En la noche de ayer, dos amigos devotos suyos, Paco Video-Master y Helena Fidalgo, presentaron aquí, en Ponferrada, un ‘teaser’ (perdónenos, don Ramón, el anglicismo) del precioso trabajo audiovisual que han realizado como homenaje a su valiente andadura por aquella comarca del silencio: Viaje por el tiempo y la memoria: una franca y cordial invitación a que caminemos la Cabrera reviviendo su ‘aventura’, y una incitación también al ‘compromiso’ de celebrar en 2012 los actos que sean necesarios para que la memoria de usted y su literatura se acrecienten entre nosotros.

            Hasta otra, don Ramón. Salud.


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