RECLAMACIÓN LÍRICA



En el amanecer del 14 de Abril los productores de corbatas y amapolas se arrojaron desde los balcones a las calles paranoicas del Sur y en las cornisas donde encendían sus madrigueras desplegaron los hijos del limo el Caballo Verde de García Lorca y el Alba del Alhelí de Rafael Alberti. Ya nada fue igual porque entonces los puentes rotos del sueño se alzaron mano a mano sobre los endecasílabos viriles del pastor Miguel Hernández y las fuentes de leche manaban por fin socialmente sobre las sandalias de los cómicos de Valle-Inclán y las hijas de Lenin. 



Al aire de la Danza del Fuego de Manuel de Falla las maestras de la España Rural transformaron las caligrafías de los analfabetos en nubes con pantalones musicales y Margarita Manso y Maruja Mallo se quitaron el sombrero en la Puerta del Sol y al fin todas las muchedumbres pudieron contemplar en libertad la Teología de los cuerpos femeninos. A nadie extrañó que los sacerdotes ultraístas rezaran al atardecer de la Proclamación de Abril los salmos de la Insurrección de la Primavera de don Antonio Machado. Los corderos pascuales que navegaban sin rumbo por las playas desencantadas regresaron felices a los establos de Joan Miró y la Máquina del Tiempo se volvió una vez más Horizonte Internacional en los pianos de cola del perverso Salvador Dalí. 



Al grito de las banderas del 14 de Abril se abrieron los cajones del pan y las cebollas con olor a incienso y las golondrinas que gemían sobre las geologías durmientes volvieron a ser pájaros de fuego en los versículos de Luis Cernuda. Recuperaron su sudor las baladas antropomórficas donde moraban los frutos melancólicos de María Teresa León, aquel 14 de Abril me contó una noche el abuelo que hasta la taberna del Anarquista llegaban los ecos de la Crucifixión Lírico-Social, trozos de carne sangre y morada expresando el sentimiento de la revolución. Tenía, tuvo que ser un día inmenso la Alucinación de la República de Abril.









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