¡QUÉ BIEN HUELE PORTUGAL!


¡Qué bien huele Portugal!

Ese fue su verso entregado al temblor de abril,
como un brevísimo fado, cuando los claveles eran rojos 
y Portugal olía a saudade y revolución.

¡Qué gran poema labró aquel atardecer paseando 
por el Chiado de Lisboa:

“No creas si te dicen,/ mi amor,/ que Portugal es pobre,/ que no.//
Algún día/ los dos/ iremos al Chiado,/ tú y yo.//...
Siete calles de espejos,/ mi amor,/ donde comprar la luna/ y el sol.//
Que Portugal no es pobre,/ que no es pobre, que no.”

¡Y qué barco lírico le navegaba cuando cantó:
“Anochece en Portugal./ Toda la melancolía/ del mundo 
pesa en el alma..."



¡Qué bien huele Portugal!

Desde hoy todos los claveles del Noroeste Atlántico 
se quedarán a las ocho de la tarde mirando a Portugal.

Y a su lado ya estará esta noche el mago Gabo como un sonámbulo 
del tiempo feliz, y entre los dos seguirán contando increíbles 
historias veniales de amor, relatos sin fronteras y amores 
peregrinos y más cuentos del Caribe y el Noroeste Celestial.

¡Quién oirá entonces a Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles! 
¡Y habrá que ver el rostro alucinado de Isabel 
viendo llover en Macondo, 
y la espalda de Elisa, la interminable espalda erótica 
de la prima Elisa, “no te asustes, Ramón, que en llegando 
a ese alto se ve hasta América”…

¡Qué bien huele Portugal!



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