25 R...DE LOS CLAVELES




El verso hecho manzana de Eugénio de Andrade
El sombrero transvanguardista de Pessoa
El acorde en Sol Mayor de 'Grândola, Vila Morena'
El arbusto sexual de Mário Cesariny
El evangelio para neoescépticos de José Saramago
El alba de la creación del mundo de Miguel Torga
La disertación de los mirlos de Lobo Antunes
La fenomenología del barrio de Gonçalo Tavares
El polvo de los pianos de J.L. Peixoto
El marinero del fado de Amália Rodrigues
La boina modernista de Abel Manta



El más grande bastardo del sol de Urbano Tavares
La balada animalista de Lisboa de Cardoso Pires
La electrònicolírica de Herberto Helder
La resu-erección 'fádica' de Dulce Pontes
La construcción del silencio de António Rosa
El coraje elemental de Sophia de Mello
La carta primaveral de Graça Moura


La tempestad existencialista de Vergílio Ferreira
El lirio antifascista de Gomes Ferreira
El caballo ciego de Alves Redol
El vagabundo sin sol de Romeu Correia
El panal de 'amoramiento' de Eugénia Melo e Castro
La tautología posmágica de Raul de Carvalho
El fulgor de la Poesía de la Revolución de los Claveles


PROSA PARALÍRICA--POEMAS BASURA





Al borde de los acantilados de la costa oeste de Galicia el mar arroja millones de toneladas de poemas basura. 
Y ella preguntó entonces ¿de qué sirve que los cerezos de nuestra república estallen...? De nada, le dije.

Alejaba el sol el horizonte y de repente cayó en picado una gaviota, de repente una gaviota se estaba suicidando y nada podíamos hacer, el mar seguía arrojando millones de toneladas de poemas basura...













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¡QUÉ BIEN HUELE PORTUGAL!


¡Qué bien huele Portugal!

Ese fue su verso entregado al temblor de abril,
como un brevísimo fado, cuando los claveles eran rojos 
y Portugal olía a saudade y revolución.

¡Qué gran poema labró aquel atardecer paseando 
por el Chiado de Lisboa:

“No creas si te dicen,/ mi amor,/ que Portugal es pobre,/ que no.//
Algún día/ los dos/ iremos al Chiado,/ tú y yo.//...
Siete calles de espejos,/ mi amor,/ donde comprar la luna/ y el sol.//
Que Portugal no es pobre,/ que no es pobre, que no.”

¡Y qué barco lírico le navegaba cuando cantó:
“Anochece en Portugal./ Toda la melancolía/ del mundo 
pesa en el alma..."



¡Qué bien huele Portugal!

Desde hoy todos los claveles del Noroeste Atlántico 
se quedarán a las ocho de la tarde mirando a Portugal.

Y a su lado ya estará esta noche el mago Gabo como un sonámbulo 
del tiempo feliz, y entre los dos seguirán contando increíbles 
historias veniales de amor, relatos sin fronteras y amores 
peregrinos y más cuentos del Caribe y el Noroeste Celestial.

¡Quién oirá entonces a Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles! 
¡Y habrá que ver el rostro alucinado de Isabel 
viendo llover en Macondo, 
y la espalda de Elisa, la interminable espalda erótica 
de la prima Elisa, “no te asustes, Ramón, que en llegando 
a ese alto se ve hasta América”…

¡Qué bien huele Portugal!



RECLAMACIÓN LÍRICA



En el amanecer del 14 de Abril los productores de corbatas y amapolas se arrojaron desde los balcones a las calles paranoicas del Sur y en las cornisas donde encendían sus madrigueras desplegaron los hijos del limo el Caballo Verde de García Lorca y el Alba del Alhelí de Rafael Alberti. Ya nada fue igual porque entonces los puentes rotos del sueño se alzaron mano a mano sobre los endecasílabos viriles del pastor Miguel Hernández y las fuentes de leche manaban por fin socialmente sobre las sandalias de los cómicos de Valle-Inclán y las hijas de Lenin. 



Al aire de la Danza del Fuego de Manuel de Falla las maestras de la España Rural transformaron las caligrafías de los analfabetos en nubes con pantalones musicales y Margarita Manso y Maruja Mallo se quitaron el sombrero en la Puerta del Sol y al fin todas las muchedumbres pudieron contemplar en libertad la Teología de los cuerpos femeninos. A nadie extrañó que los sacerdotes ultraístas rezaran al atardecer de la Proclamación de Abril los salmos de la Insurrección de la Primavera de don Antonio Machado. Los corderos pascuales que navegaban sin rumbo por las playas desencantadas regresaron felices a los establos de Joan Miró y la Máquina del Tiempo se volvió una vez más Horizonte Internacional en los pianos de cola del perverso Salvador Dalí. 



Al grito de las banderas del 14 de Abril se abrieron los cajones del pan y las cebollas con olor a incienso y las golondrinas que gemían sobre las geologías durmientes volvieron a ser pájaros de fuego en los versículos de Luis Cernuda. Recuperaron su sudor las baladas antropomórficas donde moraban los frutos melancólicos de María Teresa León, aquel 14 de Abril me contó una noche el abuelo que hasta la taberna del Anarquista llegaban los ecos de la Crucifixión Lírico-Social, trozos de carne sangre y morada expresando el sentimiento de la revolución. Tenía, tuvo que ser un día inmenso la Alucinación de la República de Abril.









PARIA DEL PONIENTE

Nos vamos con el corazón siempre alerta a otras partes, ahí donde las furias y las almas enjauladas y el dejarse vivir de todos los noroestes del mundo. 

Y la sangre de mi país parece un toro empitonando al caballo verde lorquista. Aquí quien no camina izando espuelas tricolores pasa mirando al forastero con una luna en la boca. 

Y de tarde en tarde nos encontramos con un paria. ¿Y qué es un paria? Un paria es el diario de un navegante sin sol, un espécimen del romántico ‘Socialismo animal’, un pájaro de mal agüero que ha perdido su plumaje subversivo en los combates del Mercado Laboral. ¿Todavía hay parias de la tierra, en pie famélica legión? Se lo preguntaba yo el otro día a don Ramón Otero Pedrayo en una tasca del casco antiguo de Ourense: “Usted, don Ramón, galeguista empedernido, que tantos cuentos del camino y de la rúa ha inventado, ¿no cree que todavía quedan muchos parias de carne y hueso en este mundo?” No se atrevió a decir cuántos más o menos. Pero de la boca de don Ramón brotó un mirlo republicano.  “Saludos a don Antonio Pereira”, me cantó al despedirnos en el bar Orellas.

Un paria del Poniente es también un hombre con sus huesos marinos al aire que anda errando por los caminos de Santiago desde el día en que tomó posesión el segundo Gobierno de Mariano Rajoy. A este paria del Noroeste, con quien me topé en la Taberna km 0 de Pedrafita do Cebreiro, le nació en la frente izquierda una nostalgia de su barco hundido en la Costa da Morte y como una cruz de hierro la va soportando.



“Los límites del infierno laboral han cambiado, compañero”. 
Y con esas greñas y esos anteojos de intelectual surrealista es idéntico al Walter Benjamin que ingería en Portbou la cápsula de morfina con la que saltó al otro mundo. 
Pero este paria del Noroeste ya ha perdido hasta la lástima. 
Alardea de haber sido uno de los últimos techadores de pallozas de la Galicia Caníbal. Limpia corrales y cuadras, apuntala viviendas de mala muerte. 
“Debería existir en la Constitución un artículo terrible contra los asesinos de urogallos”.
A este paria un diputado neoliberal lo tildaría de ‘hijodeputa’. 
Y cuando a la noche se ha bebido ya sus cinco cervezas goza contando secretos de alcoba como un barón rampante recién escapado de Villafranca del Sueño. La última vez que trabajó en las fincas frutales del marqués de Carracedelo fue el día antes del incendio que arrasó la Tebaida berciana. Así va tirando con lo que saca en estas aldeas que soñaron los bueyes del Poniente. Y si uno lo mira como a un compañero de trabajo parece que le creciera entonces un cerezo en el pecho.