ANARQUÍAS DE JUNIO


     Estas calles que caminamos a diario y nos dan de pensar, estos puentes que cruzamos sin sentir apenas y nos arrojan interrogaciones como puños... ¿Quién dijo que los socialistas y los populares unidos jamás serían vencidos? 


    La cantina del Anarquista está a punto de fenecer. Ya los pájaros están cantando lluvias redentoras de junio. ¿Merece la pena celebrar ayer y mañana la semana del Medioambiente? Y exaltar entonces nuestros bosques como si por los urogallos del Noroeste peregrinase Antonio Pereira. 

    ¿Qué hacer con esos delincuentes que entran a saco en los cerezos del sur? Es preciso dormir más de una noche en el andén de la estación de ferrocarril para averiguar a qué juegan los chicos del hambre. ¡Y sucede que nos estamos cansando de escuchar tantas corrupciones! Ahí está la madre del cordero político postelectoral. ¿A quién coños le importa entonces la poesía? 


    Todo el vecindario tiene unas ganas locas de gritar. No me digáis que no hemos ido perdiendo con la crisis pedazos del don de la ironía. ¿Quién sigue hablando de la muerte de las ideologías? Y mientras tanto las adolescencias al fondo del patio de luces, ¿no? ¿Será preciso declarar el estado de sitio primaveral permanente para detener el fraude y la indecencia civil? 

   ¿Y qué habéis hecho durante todos vuestros años para frenar la despoblación rural? ¿No será que alguno de vosotros, aunque asista a misa los domingos, se lleva bien con el diablo? Porque nos estamos quedando más que raquíticos en las aldeas. Y vuelvo a preguntar a quién coños le importa entonces la poesía. Y qué sería de León sin tantos poetas como cantan con rabia/deseo de que todo esto se vaya o no se vaya a la mierda, vaya usted a saber. 


    Los jóvenes de la noche reventada vienen como perros del estupor, traen ideas que dan pánico, fuegos como instintos de hecatombe. ¿A quiénes echarles las culpas de su brutalismo? 

   Ahora bien, en el plano político no parece que vayamos a salir de la dicotomía diestro/zurdo, y eso seguirá causando más pobreza aún. Y ya hemos dicho que la taberna del Anarquista está a punto de fenecer. Aquí en el café de Enrique Gil está subiendo la marea. Entra un derrotado con su traje de aflicción y no pide nada. ¿Y si le diese por cagarse en el piano? ¡En menudo aprieto democrático nos metería! 


  Tiene sentido, pues, celebrar ayer y mañana el placer constante del Medioambiente, redefinir ideológicamente nuestros bosques y jardines políticos, como si por los urogallos de nuestro Noroeste peregrinasen Antonio Pereira y Álvaro Cunqueiro cogidos del brazo, desgranando sus gramos de fantasía y de poesía...


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