No me fío de las encuestas sobre las buenas o malas intenciones de los votos,
no me fío desde hace algún tiempo ni de mi propio corazón,
no me fío del programa del partido popular,
tampoco me fío de las mujeres que leen en los parques públicos
novelas históricas,
ni me fío de los cuentistas y poetas que declaran
públicamente en los cafés sus ideales izquierdistas,
no me fío de los peregrinos que atraviesan la ciudad sin
tomar una sola gota de alcohol,
no me fío de las hermosas azafatas que acompañan en los
mítines a los bravos candidatos,
tampoco me fío del programa del partido socialista obrero
español,
no me fío de los que comulgan con ruedas de molino municipal
sin previa confesión de sus orígenes,
no me fío de esos curanderos que afirman curar la impotencia
sexual,
no me fío de los mendigos que piden soles más puros a la
puerta de los supermercados,
no me fío de los MIEDOS de comunicación nacionales,
tampoco me fío del partido por la unificación de los pendejos,
ni me fío de los programas de los honrados ‘vecinos’ y ‘ciudadanos’
de mi ciudad,
no me fío de quienes sostienen que los más bellos versos
social-surrealistas pueden servir para acabar con la degeneración de los
políticos,
ni me fío de los abstencionistas con barba que pasan de los cincuenta
y cinco años,
no me fío de los artistas jóvenes que se llenan la boca de
esparadrapos para reclamar menos iva cultural,
tampoco me fío del programa de los excomunistas y los
exsocialistas,
ni me fío de los grafiteros de mi barrio que apuntan sus
pistolas contra la angustia existencial,
no me fío de los ecologistas que defienden los derechos de
los mirlos y los sauces,
ni me fío del sensato programa de los bercianistas,
tampoco me fío de esas enormes amapolas que enseñan su pubis
junto a las vías del tren,
no me fío de los hipsters que llevan tatuados en la frente
ángeles con boina,
no me fío ni de los bancos de alimentos,
ni me fío del programa de las monjas activistas respaldadas
por el papa,
no me fío de esos jodidos humoristas que también hacen reír
a los detractores del carbón,
no me fío de esas valkirias ultracatólicas que exaltan
nuestros folklores y aborrecen la buena poesía radical,
no me fío últimamente ni de mi propia conciencia, tal vez la
tenga lastimada de tanto caminar por los fuegos de los cafés, todavía ayer más
de una hora detenida en esos versos del cantar más bello de la literatura
universal, el CANTAR DE LOS CANTARES, “Cazadnos las zorras, esas raposas que
arrasan los viñedos; que nuestra viña ya está en flor”...
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