Barrio
nuestro que estás y no estás, que de milagro figuras en el último callejero de
la urbe, en esta esquina del sur que respira dióxidos de abandono, y que con
alma de amapola vas tirando
glorificado
será tu nombre en estos días de exaltación electoral, tu nombre de santo y
obrero que atraviesa las vías y los puentes del ferrocarril con la utopía en la
mano, en realidad aprendiste a andar en tren
vendrán a
predicarte su reino por estas calles y plazas los candidatos al trono
municipal, los merayos, los marqueses, los muñoces, los folguerales, los tanques...
vendrán con toda su tropa a pedirte en bicicleta, en avioneta, en trolebús
que se haga
cabal y racional tu voluntad, o sea que tu voto lleno de sudor y huesos se haga
así de la misma materia y forma que su programa electoral, pues que bien
comprenden ellos tantas deficiencias esparcidas por tu negro purgatorio
y que las
cosas siempre se pueden arreglar, los árboles, los grafitis más obscenos, los
baches, los bancos de los parques, la silla de ruedas del tío Aurelio, el paseo
por donde arrastran sus contrabajos los porretas
Barrio
nuestro que estás al borde, no van a dejarte dormir tranquilo durante estas
jornadas de orgías electoralistas, ni dios podrá librarte del sermón de los
marqueses, los muñoces, los merayos, los folguerales, los tanques... que solo
buscan, eso sí, la dicha comunal
límpiate
entonces esas botas que están llenas de polvo del trabajar, que vean que no
estás dispuesto a dejarte seducir por unos pulpos y unos bailes de tres al
cuarto, como si fueras un barrio vulgar y no estuvieras ya de vuelta
enséñales
tu corazón zurdo –el derecho es todo un poema metafísico– y reclámales para el
presente el pan nuestro de ayer y de mañana, el trabajo y la honradez de cada
día, el río de cada día, el cuento de pereira con el tren de cada día
y del mismo
modo que las putas deudas municipales en que hayas incurrido nunca ellos habrán
de perdonártelas, tampoco tú deberías, barrio nuestro, perdonarles sus olvidos,
la belleza que no te llegará, los compañeros que se nos fueron
en cambio sigue
dejándote caer y caer en las tentaciones del vino y de la carne y del mar: en tus
bares nos damos cuenta de la falta de poesía que esconde la política, en tus
noches soplan a veces sexualidades que empiezan la luz sobre ti, y frente al
mar, frente al abrazo de mar que entra en nuestra bahía, como una utopía llena
de sed... ¡Que nunca nos libremos del mar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario