Es cierto eso de que los bosques de la ciudad no dejan ver
las nieblas.
Hay una niebla mala que es como una garzota que muerde los
ojos: la niebla del desahucio.
A don Amaro podéis verlo de tarde en tarde atizando hogueras
contra la humillación en esas explanadas del oeste. Las babas del desahucio le
caen cuando le pinchas en la rabia que tiene su piel. Y no es ningún impostor.
Todos lo saludan cuando entra silbando, y cuando habla don
Amaro se calla todo el bar. Habla poco este viejo, pero ese poco es durísimo. “¡No
voy a ir a llorarles a esos hijos de puta!”.
A morapio limpio va espantando su desastre. Su pensión andará
por los trescientos cincuenta, muy por debajo del salario mínimo.
Así que cualquier mañana le bajarán las tres sillas y la
cama de su casa y se quedará a vivir ahí, a la intemperie. Hay maneras dignas
de ir decrepitándose. Y dicen que los bancos tienen muchas viviendas vacías. Eso
ha dicho la gitana que rejonea por el bar leyéndonos el porvenir. “¡Cabrones!”
Todos se acuerdan de cuando don Amaro salía del portal de su
casa tocando su silbato de madera las mañanas que iba a trabajar. Y a la vuelta
del trabajo contaba historias muy raras, historias que pescaba en los
periódicos, según decía él, hasta que acabó contando la misma historia una y
otra vez. Y a la mujer se la llevó el Alzhéimer, hará unos siete u ocho años.
¿No le habrá rondado por la cabeza la idea del suicidio?
Ahí lo tenéis todavía, hecho un adefesio, mirando al suelo
con esos ojos que ponen las vacas cuando van a ser desahuciadas. Hay maneras
dignas de ir decrepitándose. ¿Qué clase de hierbas que huelen a vinagres ha derramado
la gitana cuando salía del bar? ¿Y cuándo perderá don Amaro su vivienda? A lo
mejor se muere antes de hambre. ¡O de vino malo!
Y cada vez que abre la boca es para blasfemar y ved cómo le
caen las babas del desahucio. “¡Su puta madre!” Ahí lo tenéis, su alma como una
mula llena de agujeros. ¡Arroje, viejo, arroje más palabras, más palabras, a
ver si les revientan los tímpanos!
Dicen que está sentenciada la madera de su casa, que aparece
ya su nombre en el depósito de las catástrofes.
La puta niebla del desahucio. Alarma social. Absurdo social.
Fracaso social. Hay maneras dignas de ir decrepitándose. ¡Apure su morapio, don Amaro! Y
repítales una vez más que hay maneras dignas de ir decrepitándose, repítaselo hasta que se les revienten los tímpanos.