ALGO ENTRE LA NIEVE


      Algo hallaremos entre la nieve, algo que nos arrancará de sentirnos como cualquiera de esos polígonos industriales abandonados. Un geranio surresistencialista, un enorme mirlo anarquizante, no sé...


    Oigo la lengua de una nueva víctima que esta misma semana se ha quedado sin trabajo, y jadea de compañerismos imposibles, arde en su boca esta provincia nuestra empajada de crudelísimos inviernos. Así que nadie debería analizar en frío las estadísticas últimas de la humillación laboral.

   ¿Hasta dónde han de estirarse todos los brazos que disparamos contra las depresiones y las tiendas cerradas y los áticos de la miseria?


   Pero ella no se ha sentido nunca derrotada, ella encontrará cristales y portales que limpiar con sus torbellinos que espantan el desaliento y la degradación. Y cuando habla de peleas y cabrones y parques sucios de barrio proletario, ella grita como si tuviera el alma llena de música soul.

   Cuesta, amigos, ponerse en el pellejo de quien excava noche a noche en sus sótanos... para no encontrar ni un pedazo de paraíso perdido. De modo que el número de suicidios por desahucios y despidos laborales ha aumentado y tal vez por eso algunas mañanas no soy capaz de reconocer las canciones más tradicionales de esta tierra.


    Una fruta, un barco, un poema de la redención, no sé, algo hallaremos capaz de arrancarnos de este desánimo de polígono industrial abandonado. Eso le digo y ella entonces cruza el puente del Sil y se pierde entre las brumas...

   Y bajan los ríos... que podrían romper los mapas y todas las murallas que hasta ahora nos venían protegiendo incluso de los chantajes políticos y las expoliaciones económicas. Pero nosotros proseguimos conjugando por las calles y los bares los tiempos más sombríos del verbo “bajar”... y estamos bajando hasta los abismos de la alienación más brutal y la anestesia ideológica...


    Parece que aún no hemos aprendido que el bienestar no es un milagro. Pero tampoco podemos seguir maniobrando en las asambleas izquierdistas como si estuviéramos viviendo aún aquellos tiempos en que los intelectuales más rebeldes escribían apologías de las farolas de gas y las muchedumbres enardecidas aplaudían la defensa poética de los desocupados.


   Digamos adiós, sí, a las batallas perdidas. Y arrinconemos con las armas del pensamiento a todos esos canallas que nos amenazan con hundirnos en la más puta de las miserias. Ya están brotando allá en las colinas del sur las flores del almendro.


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