PRESENCIAS NUMINOSAS



       Es la hora del ocaso y vamos paseando por entre los raíles del ferrocarril de vía estrecha. Nadie espera ya la llegada de los ruiseñores, hace mucho tiempo que por aquí dejaron de pasar los trenes. Hay cadáveres de acordeones clavados en las cruces de las vagonetas. Y todavía entre esas chimeneas difuntas se pueden apreciar las huellas del ángel del carbón. Bienaventurados los hombres que trabajando a destajo en los cielos abiertos vieron alguna vez un ángel. Hubiera sido hermoso ahora... en este apeadero derruido. 


   
                    
Como todos los estados y repúblicas del mundo, tiene esta tierra negra y roja del Noroeste su ángel guardián: un ángel de provincias ferroviario y constitucional, conquistador y proatlántico. Sin embargo hay quienes aún reniegan de su austera historia nobiliaria, como si el reino de León no hubiera sido de este mundo. ¿Y si caminando sobre los raíles se nos apareciera? ¿Iría ataviado de blanco como los ángeles anunciadores de la Resurrección?

Geografía de ortigas y viñas escolásticas, de pájaros hambrientos de pianos de cola y de sirenas, algo más que el día se está muriendo en estos valles. Y huele todavía a bosque calcinado. ¿En qué lugar exacto se oculta, desde qué atalaya nos vigila el Señor de nuestros bosques? ¿Y si fuera verdad que el polvo de todos estos muertos asciende cada noche hasta esas moradas que brillan con luz negra entre los astros?





       He oído un crujido de hojas secas... ¿Quién está acechándome detrás de aquellas ramas? Al otro lado del río se alza el fantasma de una ermita. Guardaban sus aceites y penumbras la imagen de san Roque, patrono de los apestados. Ah, los palacios saqueados de la ortodoxia católica. ¡No, no concedáis más ayudas para la instalación de alarmas en estas ermitas de Dios! ¡Para qué! ¡Como si el ángel de la depredación nunca hubiera disparado su revólver contra nuestro patrimonio religioso! Como si todo esto no fuese más que una sustancia metafísica a punto de traspasar las fronteras de la nada.

Camino por entre estos raíles oxidados como lo haría por el Camino del Sol o por cualquiera de esos otros caminos espirituales del mundo. Una levísima fosforescencia ha saltado ahí en esa curva... Y presiento entonces la revelación, la aparición tangible de una locomotora trepidante arrastrando amaneceres y... Pero ya la noche va esparciendo sus polillas de carbón sobre el paisaje. Me contaron que entre aquellos dos peñascos guardaron las hadas medievales el sepulcro de un rey gótico. Derrama toda su luz la luna sobre las botellas y trapos y otras basuras que ha dejado la muchedumbre que asistió a la romería. Incrédulos del reino entero: ¿a qué tocaban ayer esas campanas?

Hubiera sido hermoso ver al ángel de la revolución descendiendo hacia el río.


No hay comentarios:

Publicar un comentario