¿Y qué traen hoy las brisas desde el mar hasta estos valles leoneses? ¿Ecos de una doctrina redentora? ¿O serán sones de un más grande desaliento colectivo?
Está saliendo el sol y pasa por el puente sobre el río Luna un rebaño de ovejas. ¿Recordáis aún la sinfonía virgiliana de las esquilas? Ya son muy pocas las ovejas trashumantes que atraviesan estos puentes de milagro. Y escribo “trashumantes” por evocar el leve resplandor de aquellos tiempos... Dicen que hay ovejas que se comen al año dos benditas primaveras, pero son muchas más las ovejas que están balando en los apriscos su estado de crisis asfixiante. Ah, el balido de las ovejas contra la cruel rapacidad de las economías sobrehumanas. Esos balidos como baladros de Merlines presagiando más extensos páramos y eriales. “¡Ay, las ovejas! ¡Un ganado siempre desgraciado”, se quejaba ya Menalcas en la Bucólica tercera de Virgilio. No existían entonces los ministerios ni las consejerías de Agricultura y Ganadería.
Tal vez si los poetas... Porque apenas si les cantan nuestros poetas de hoy a las ovejas. ¿No son las ovejas, como los gatos, los caballos o los colibríes, animales tan poéticos? Son nuestros bardos transvanguardistas capaces de construir teorías asombrosas sobre la sensibilidad de los pájaros de fuego, sobre la estética trascendental de las serpientes y las mariposas, y sin embargo mantienen separados sus ojos del hondísimo clamor de las ovejas. También estas afligidas ovejas tienen su alma lírica, y su épica. Ovejas góticas, renacentistas, imperiales llegaron a ser un día, ensalzadas luego por los vates de la Ilustración , y aun por los trovadores que defendieron la República. ¿Y su intuición de nuestra cabaña, de nuestra historia nacional? La lamentación de las ovejas como una tupida alegoría de la angustia que nos queda por vivir. Porque hablo de ovejas como si estuviera hablando de hombres. ¡Poetas que fijáis la vista en las constelaciones y os atrevéis a hollar los territorios más salvajes de nuestras indóciles conciencias: contemplad las ovejas!
Ve uno pasar por el puente esas ovejas fatigadas (¿serán hidalgas, serán merinas?), cansadas de tantas promesas incumplidas, rebaño ardiendo al sol como en un antiguo poema pastoral, y piensa: ¿Será Títiro el pastor que las comanda? ¿O será Melibeo, que no ha podido mantener sus campos y ha de marchar con ellas al exilio? “Id, ovejas mías, ganado en otro tiempo feliz, marchando. Ya no os veré más triscar a lo lejos en las peñas cubiertas de zarzales...”
Hablo de las ovejas desde las ramas de este abedul. A veces, como al de la Triste Figura , también a mí me parece que son hombres. ¡Estas brisas estivales que vienen desde el mar..!
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