A estas alturas del calendario putonlírico
no puedo afirmar aún
que sea el hombre más otoñal del mundo,
pero sé que no gano nada con huir de mí,
mi corazón está más desnortado que una luna
epiléptica de septiembre,
y de qué me vale andar persiguiendo el concepto
de angustia
de Sören Kierkegaard, mi amor,
si los castaños de nuestra República de Almendros
sin cesar pronuncian que al parecer no
tenemos remedio,
porque actuamos como perros capados
y nos comportamos como conejillos
de dibujos animados de Indias...
¿QUÉ ESCRIBIR QUE SEA TRASCENDENTE?